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  • Sentir la verdad del teatro (II)

    En la búsqueda de la verdadera creación artística, y ya en la madurez de su carrera, Konstantín Stanislavski hace un descubrimiento: aunque ya lo sabía, llega a sentir, es decir, a comprender, la razón por la que fácilmente la verdad se sustituye, en el teatro, por la mentira. Por qué aparecen estrategias que mantienen al espectador atento pero alejado de la esencia del personaje y de la obra. La razón es que la tarea para el actor es muy exigente: ha de pasar, en pocas horas, de su ambiente cotidiano a manifestar clara y públicamente fuertes pasiones, situaciones extremas, ya sea un enamoramiento apasionado que puede llevarle hasta el suicidio o una acción heroica:

    “¡Mientras el alma vive con sus estímulos cotidianos y prosaicos, con sus preocupaciones por la familia, por el pan de todos los días, por las ofensas pequeñas y mezquinas, por los éxitos y los fracasos, el cuerpo se ve forzado a expresar los mayores estallidos emocionales de heroicos sentimientos y pasiones! Al buscar salida a esa situación insoportable en que se halla una persona expuesta por la fuerza a la vista del público y obligada, contra su voluntad y contra sus necesidades, a impresionar cueste lo que cueste a los espectadores, acudimos a la mentira, a recursos artificiosos del juego teatral, y nos habituamos a ellos.”

    A partir de este descubrimiento, Stanislavski comienza su investigación:

    “Me dediqué a la búsqueda de otro estado espiritual y físico para el actor que está en escena, un estado que fuese beneficioso y no dañino durante el proceso creativo. Comprendí entonces que a los genios el estado creativo casi siempre les llega en escena por sí solo, sin buscarlo, con la máxima intensidad y con plenitud. No obstante, todos los que tienen algo que ver con el arte, en mayor o menor grado, son capaces de llegar al estado creativo por vías desconocidas, meramente intuitivas; pero no les es dado disponer de él según su voluntad. Lo reciben como un don celestial y todo hace pensar que, por nuestros medios humanos, no estamos en condiciones de provocarlo en nosotros mismos.”

    El problema parece difícil: si el verdadero estado creativo se manifiesta como algo incontrolable, misterioso, ¿tiene sentido tratar de conseguirlo?

    “Me hago una pregunta: ¿no habrá algún medio técnico que permita llegar al estado creativo? Por supuesto, eso no quiere decir que pretenda atraer la inspiración por medios artificiales. ¡Eso es completamente imposible! No es exactamente la inspiración, sino el clima propicio para ella, esa atmósfera en la cual la inspiración acude a nosotros con más frecuencia y con más facilidad. Pero, ¿cómo llegar a apoderarse de la naturaleza, del ser y de las partes constitutivas, de los elementos integrantes del estado creativo? Descifrar este problema se había convertido en la pasión de turno de Stanislavski, como decían mis compañeros actores.”

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