«¡Qué delicioso resultaba llegar a aquel refugio desde la oscuridad y el miedo de donde venía! Aquella luz tamizada y suave provocaba en ella la ilusión de estar entrando en el corazón de una perla nacarada. Además las paredes pintadas de azul con estrellitas plateadas prolongaban el espejismo, como si en realidad se tratara del mismo cielo que acababa de dejar afuera racheado de nubes de lluvia.
–He encendido un fuego para ti. Tienes frío y estás mojada –dijo su abuela. […]
El asombro y la admiración tenían tan aturdida a la princesa que no podía ni dar las gracias (más…)