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  • Cada encuentro con Ella

    Todo el mundo de las imágenes que nos circunda es un solo campo de significaciones. Cada flor que vemos es una expresión, cada paisaje tiene un significado, cada rostro humano habla un lenguaje sin palabras. Sería totalmente inútil querer traducir este lenguaje en conceptos… El lenguaje expresivo no se aplica en primer término al pensamiento conceptual sino al pensamiento que interpreta las formas. Aquél tiene un papel sólo una vez que éste ha cumplido su función.   ¿Qué significa una sinfonía de Mozart? Para responder a esto tenemos que empezar por oírla y volver a oírla, a acoger en nosotros comprensivamente toda su plenitud significativa; sólo entonces será posible hablar sobre esto y sólo con aquéllos que se dejaron penetrar por la misma plenitud a través de la imagen acústica… Hasta en las notas más breves está cargada de espíritu, lanza destellos de sentido, de significación y no los esconde tras los sonidos.

    Precisamente, la perfección de la expresión es un misterio perfecto… Este aspecto de la verdad, el de ser misterio, se conecta en forma especialmente estrecha con el concepto de belleza… La belleza es aquello que en la verdad no consiente definición alguna, que sólo puede ser aprehendido en inmediato trato con ella, y que hace que cada encuentro con ella se convierta en un suceso nuevo. Es la inexplicable irradiación activa del punto más central del ser en la superficie expresiva de la imagen. Es, finalmente, lo que confiere a la verdad el carácter permanente de una gracia. Algo de esta gracia es inherente a toda verdad que es manifestación original del ser… Siempre que encuentra algo real, el espíritu humano está ante un don que ninguna reflexión puede agotar. En realidad, la belleza… es el misterioso trasfondo del ser que se transparenta en aquello que se ve… Es ante todo la inmediata revelación del… eterno siempre-más que hay en la esencia misma de todo ser… La belleza es el puro resplandecer de lo verdadero y de lo bueno en virtud de sí mismos;…  Es la alegría que participa de la insondable alegría de la irradiación del ser, irradiación que se fundamenta en el ser mismo, porque el ser es comunicación de sí.

    Hans Urs von Balthasar, Teológica I. La verdad del mundo. Ed. Encuentro, Madrid, 1997. Págs. 142, 143, 216.

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