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  • Oración de agradecimiento de fin de año

    Después de la confesión de fin de año (Día de San Silvestre, 31 de diciembre de 1951)

    Señor, te damos gracias por habernos regalado la confesión, por habernos quitado todos nuestros pecados por medio de tu muerte. Con ello nos has mostrado que pertenece a la verdadera confesión la perfecta desnudez ante el Padre, el estar disponibles ante Él, el hacer su voluntad, el permanecer ahí donde nos ha puesto.

    Y ahora, al final de este año, somos conscientes de haberte fallado con frecuencia. Hemos dejado caer mucho de lo que habríamos debido realizar según tu voluntad, no hemos prestado oídos suficientes a tu voz, no hemos vivido sólo para ti. Porque habríamos debido buscarte en todas las cosas, gozar de las alegrías como si vinieran de ti, tomar sobre nosotros los dolores como si fueran queridos o permitidos por ti, recorrer cada uno de los caminos que nos has abierto.

    Sin embargo, no es necesario mirar con tristeza este año que ha pasado, porque éste, como todos los años, ha sido un año de tu gracia. Un año en el que nos has ayudado, en el que siempre nos has animado, en el que nos has dotado de infinitos bienes y alegrías. Y si no te hemos reconocido en todas las cosas y si tan a menudo no hemos correspondido a tu expectativa, hoy tu gracia nos permite quitarnos la basura. Tú purificas, corriges, creas algo nuevo en nosotros, con nosotros. Y todo esto por el poder de tu cruz. Tú has sufrido esta cruz el Viernes Santo y has permitido que le sigan tantas fiestas de redención, a pesar de nuestro fracaso y gracias a tu resurrección. Y la absolución que Tú nos das es plena y perfecta: Tú, con el Padre en vuestro Espíritu, nos vuelves a regalar una pureza nueva en vuestra eterna pureza trinitaria. Así ya no tenemos necesidad de seguir construyendo sobre lo que ha sido imperfecto y caduco, sino que podemos comenzar de nuevo sobre el fundamento de tu propia perfección que Tú comunicas. Podemos unirnos a tu construcción, podemos caminar contigo, esperar contigo, actuar contigo. Así penetra el resplandor de la confesión en nuestra vida cotidiana, así actúa la absolución: resplandece y dona alegría. Una alegría cuyo origen era tu cruz y que fue suficiente para mostrarnos tu tarea todos los días del año pasado.

    Por eso te damos gracias Señor, porque has dispuesto todo según nuestra conveniencia. Damos gracias al Padre, que ha permitido que te hagas hombre por nosotros. Damos gracias al Espíritu Santo, que se ha esforzado sin cesar para realizar tu misión en nuestra existencia. Amén.

    Adrienne von Speyr,

    Oración publicada en Primera mirada a Adrienne von Speyr, Ediciones San Juan, 2012

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